Llevaba esperando este fin de semana con unas ganas tremendas. Aquí en Alemania no hay puente, ni siquiera es festivo, obviamente, pero para mi lo iba a ser de cierta manera.
Llevaba días esperando levantarme el viernes por la mañana con un único objetivo, que pasasen las horas, llegar al aeropuerto y verla cruzar la puerta de "Ankunfte", ligera de equipaje y con ganas de pasar frío por unos días. En fin, un montón de planes en mente. Iba a venir mi novia, iba a conocer mi vida aquí, a mis amigos de aquí, los lugares por los que me muevo, mi vida en el campos...
Resulta que unos señores que cobran un dineral decidieron organizar una huelga encubierta y estropear los planes de miles de personas. Algunas han perdido mucho dinero, a otros nos han robado nuestras ilusiones. Y eso, señores, eso duele mucho. Y no hablo sólo de mi, hablo también de una amiga a la que venía a visitar su hermana, y de otra a la que venía a visitar su novio, y como nuestras historias las de muchos más.
Ahora sólo queda que devuelvan el dinero de los billetes de avión, pero el daño tarda más tiempo en repararse. Sólo espero que se tomen medidas ejemplares y que no se vuelva a dar una situación semejante. Las navidades están a la vuelta de la esquina y no quisiera sustos de ningún tipo, sólo quiero estar unos días con mi familia sin tener que preocuparme del resto.
Así que una vez más, gracias señores controladores, gracias por destrozar las ilusiones de miles de personas, luego no sean cínicos y no digan que lo sienten en el alma, porque a ustedes verdaderamente les da igual. De estar yo en su lugar no sería capaz de dormir con la conciencia tranquila...
La maldita huelga de controladores
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