Las vacaciones de navidad. Parte III

Mientras tanto, el avión esperando
La gente de Easyjet, muy amable, a la par que culpable nos trató de obsequiar con un vale de comida por un valor de 7,5€ por persona. Lo más fuerte de todo es que dicho vale no podía ser empleado a bordo del avión sino únicamente en los establecimientos situados en el interior de la terminal del aeropuerto. ¡Toma ya! Ellos se pueden retrasar, pero luego no nos podemos comprar la baguette de pan rancio-plasticoso en el interior del avión.

Situación tragicómica número 2:

Fuimos a canjear el billete en la zona de bar de la terminal. Clavada. Pero casi hasta nos sobró dinero. Lo gracioso fue que mientras comprábamos la comida dieron llamada a nuestro vuelo y nos tocó salir corriendo por toda la terminal. 
Teníamos que salir a las 15:00.
 Mirad la hora del último SMS
Hubiera resultado muy cómico perder el avión después de cuatro horas de espera por estar comprando algo para comer.
Corrimos y corrimos, como locos, como si nos fuera la vida en ello, con el bocata en la mano... a punto de salir la única rodaja de tomate volando por los aires. ¡Y lo conseguimos! Conseguimos llegar a la puerta de embarque. Otra vez. 

Pasó un rato, pero por fin parecía que era de verdad. Yo creo que por aquel momento trataba de engañarme pensando que habría alguna posibilidad de coger el avión en Barcelona. Pero sólo si ocurría un milagro. 

El milagro no iba a llegar. Tarjetas de embarque en las manos de pasajeros resignados. Chequeadas junto con la identificación. Pasamos la puerta de embarque y bajamos por las escaleras camino al avión. 
Estábamos tan cerca... Justo en la puerta de abajo, a unos escasos veinte metro del avión para subir y salir volando. Pero nos mandaron subir otra vez. Era todo muy confuso. Al parecer había que hacer una revisión técnica al avión antes de marcharnos. Así que otra vez todos para arriba. Esto ya se parecía más a un capítulo de Benny Hill...

Otra vez a la sala de embarque... Otro cinco minutos de espera. Por fin bajamos, nos sentamos en el avión, que ya no sabíamos si era de verdad o qué. Yo ya hasta me lo hubiera creído si el comandante nos hubiera pedido que bajásemos a empujar el avión. 

Bueno, pues tras media hora en el avión, después de que tuvieron que venir con una grúa a limpiar las alas para quitar toda la nieve que tenían por fin conseguimos despegar. Por fin rumbo a Barcelona. Pero yo ya sabía que había perdido el vuelo a Madrid...

Fin de la tercera parte. Continuará... 

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