Las vacaciones de navidad. Parte IV.

Pensaréis que no fui capaz de volver a casa. Toda la historia se quedó cuando estaba subido en ese avión camino a Barcelona, sin posibilidad de coger el vuelo a Madrid.

El aire de incertidumbre y la frustración fueron mis compañeros de viaje durante ese vuelo, sin olvidarnos, claro está, de Maggie. Vuelvo a decir que fue una verdadera suerte que viajásemos juntos.

Pues nada, llegamos a Barcelona, allí estaba esperando un amigo de ella, que se encontró con otro bulto de equipaje algo inesperado. Poco antes, mientras esperábamos a que saliese mi maleta volví loca a mi novia y a mis padres al teléfono hasta que, por fin, consiguieron comprarme un billete de bus para esa noche hasta Madrid.

Cogimos el Cercanías hasta Barcelona Sants y luego allí el Metro. Yo me tenía que bajar en Arco del Triunfo para llegar a la estación de Barcelona Nord. La espera se hizo interminable, bocadillos de jamón aparte.

Al fin subí en el autobús y llegué a casa entre el olor a humanidad y las estrecheces del asiento. Pero valió la pena, volvía a estar en casa. Madrid de nuevo. Me estaba esperando mi padre en la estación de Avenida de América. Por fin volvía a estar entre los míos. Sólo faltaba una cosa.

Faltaba lo más importante, el motivo por el que me preocupaba no llegar a casa. Por fin la llamé. Me di una ducha y pudimos salir a dar un paseo y desayunar juntos. Un mes y medio después. Ahora sí, ya estaba en casa.

FIN.

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