Trenes

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Desde que llegué a Alemania todo ha sido un continuo viaje en tren. Trenes para ir a la ciudad, trenes para viajar. Trenes para ir al aeropuerto. Para ir a recoger a gente, trenes en los que recibir malas noticias, también buenas, trenes en los que reirse...

En ellos he dormido, he llorado y he reído y también he aprendido mucho. Viajando se aprende. Cuando miras por la ventana y ves pasar los pueblos, casas, ciudades... llega un momento en el que dejas de ver todo eso y empiezas a mirar dentro de ti.

Y es entonces cuando más disfruto de viajar en tren. Cuando tengo tiempo para viajar dentro de mi cabeza, cuando ordeno mis ideas. Cuando planeo cómo cambiar el mundo, MI MUNDO.

Desde que estoy aquí, desde el primer día, siempre he pensado que la experiencia de disfrutar y darme este año era un tren que no podía dejar pasar. Y ahora que lo he cogido me siento muy orgulloso de haberlo hecho. Aunque a veces me ponga triste cuando hace sol y la luz entra por la ventana. Cuando el sol me da en la cara y me hace sentir calor, recordándome que en estos trenes un día también fui feliz.

Transición

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Después de mi post anterior, lo lógico sería que continuase con la historia que estaba contando. Sucede que desde ese día han empezado a suceder una serie de acontecimientos que me han llevado a una situación nueva que en ningún momento hubiera podido imaginar.

Es por eso que la historia que antes estaba contando la guardaré para un poco más adelante. Considero que merece la pena ser contada, ya que es una anécdota bastante divertida de mi estancia en Alemania.

Pero ahora mi cabeza me pide paso para otras cosas. Así pues, no esperéis un orden lógico en las entradas a partir de ahora...